Ando perdido, ando perdido porque he vuelto a recorrer la carretera que lleva a la cala que cambio mi percepción de la gastronomía.
Allí, asomándose al mar, no hay un restaurante, hay otra cosa. No soy yo de los que lo tienen que analizar, de los que lo tienen estudiar y etiquetar, no. Yo soy de los que lo quieren disfrutar, de los que quieren crecer a su lado, de los que se sienten afortunados.
Afortunado porque he podido disfrutarlo y para mi tener la oportunidad de cenar en el Bulli es de todas las experiencias la mejor, imposible de sentir si no se vive e imposible de vivir en otro marco que no sea ese, el Bulli.
Continuaré mi camino y esperaré a que se vuelva a cruzar con el suyo, si hay fortuna. Mientras, la experiencia continua, en mi cabeza, envuelta en la espiral que representa visitar la cala.